jueves, 27 de octubre de 2011

Jueves

Hoy fue, climatológicamente hablando, el día más triste desde que estoy aquí. Invernal total: frío, oscuro, con lluvia... A las tres de la tarde parecían las siete (y eso que la hora aún la cambian el sábado!).

Vista desde mi ventana a las 15h
Como en realidad ya sabía que el día iba a venir malo (gracias a las previsiones de la BBC) decidí que iba a dedicarlo a trabajar y a visitar las Millenium Galleries, que aún no las había visto. Fui con la francesa, y estuvimos en una exposición pequeñita pero que a mí me gustó mucho, de Ian Breakwell, que se llama The Other Side.

Entrar en la sala y escuchar la música de Schubert (no recuerdo cuál exactamente, pero volveré a comprobarlo) te llena de melancolía. Es una música triste, pausada y si a esto le añadimos las fotos que forman la exposición, tenemos el lote completo. 


The Other Side es en realidad una grabación que Ian Breakwell hizo en un resort de la costa del sur de Inglaterra, en East Sussex. Allí, se celebraban muchos bailes de té, en los que participaban los jubilados que llenaban el hotel. Además del vídeo, también hay fotos de los bailarines y en algunas de ellas los ves a todos felices y sonrientes, nada que ver con lo que la exposición te pretende transmitir. Sin embargo, hay otras que realmente te hielan la sangre con la melancolía que transmiten: fotos al atardecer, en las que se ve el mar al fondo, por detrás de las parejas que bailan. Se supone que es una reflexión sobre la vida y la muerte, como si esas personas bailasen mientras esperan el final de su camino, para restarle importancia a ese momento, pero sin poder olvidarse de ello. Parece que la sombra de la muerte planease sobre sus cabezas, pero su presencia no deja de ser serena y tranquila. 

Cierto es que la exposición es muy melancólica, pero no por ello te hace salir llorando de la sala. De hecho, a mí me hizo sentir bien. Esa atmósfera te deja tranquila, relajada y no puedes dejar de sentir cierto optimismo y alegría al ver a esas personas disfrutando del baile a pesar de todo. Mereció la pena ir, vaya. 

A las 17:30.
Después de la exposición, acompañé a la francesa a hacer algunas compras y luego me fui hasta una especie de centro comercial abierto que hay aquí en el interior de la calle principal, porque firmaba libros Jarvis Cocker, el líder de Pulp y nacido en Sheffield. Aunque no tenía su libro, quería por lo menos verle la cara y me dediqué a dar vueltas por allí mientras la gente hacía cola... hasta que vino el dependiente y me dijo que si no estaba a la cola me tenía que ir, que ya estaban  cerrados. Horarios ingleses. Aquí las firmas de libros se hacen cuando la librería ya está cerrada y claro, además de todo cierran pronto. Así que allá me fui, muerta de vergüenza y sin poder verle la cara al tipo, al final. 

Por la noche noche, a eso de las nueve (y no como aquí, que ya dicen "tonight" a las 5) quedé con dos auxiliares españoles y el novio y las hermanas de una de ellas para ir a un pub tradicional. ¡Y tan tradicional! Plagado de señores ingleses de toda la vida, con su acento de Sheffield, su barriga cervecera y sus pintas delante. Plagado en realidad no, porque aparte de nosotros, solo había un par de señores más. Cuando se enteraron de que éramos españoles, el dueño empezó a decir que él había trabajado en Mallorca y a repetir mil veces "dos cubalibres por favor" (con pronunciación inglesa), otro de los que estaban nos contó que él había trabajo en Menorca y en Nerja y ahí Antonio encontró la oportunidad de empezar a preguntarle por Verano Azul y Chanquete. Fue mortal hablar de Chanquete en un pub de Sheffield con señores tradicionales de aquí.  

Ya más avanzada la noche, nos sorprendieron poniéndonos Que viva España en inglés cantada por una señora y después, la Bamba. Y mientras, el dueño del pub, que debía de tener unos sesenta años (o más) diciendo por detrás: la próxima es Lady Gaga. Y lo fue.


En cuanto a nuestra conversación, tuvimos tiempo de hablar de todo y más y gracias a mi pregunta "¿Vosotros secáis la loza?" dirigimos nuestros comentarios hacia la forma peculiar de hablar en cada región. Yo hasta les hablé algo en gallego, pero poco, porque no se me ocurría qué decir. Para la próxima, les leo una Cousa de Castelao, que no pude evitar traerme el libro a estas tierras para leerlo siempre que empezase a sentir morriña.

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